El principio de compensación de Rajoy

Una vieja historia oriental cuenta que el hijo del Mullah Nasrudin, habló con su padre acerca de lo que habían estudiado en la escuela ese día.

—Fíjate, si una persona pierde un ojo  —explicaba el niño al Mullah— la vista en el otro se vuelve más fuerte. Si pierde la audición en un oído, la audición en el otro se vuelve más aguda. Si pierde una mano, la otra se vuelve más ágil.

—Supongo que es correcto —dijo Nasrudin—. Siempre he notado que cuando un hombre tiene una pierna corta la otra es más larga.

Suponga por un momento que es empresario (o empresaria) y tiene, digamos, una cadena de hoteles. Está muy preocupado por la logística, que dicen los modernos, y quiere el mejor servicio en todos sus hoteles. También anda con la historia esa de los objetivos y tal; y claro, cada hotel debe hacer su carta a los Reyes Magos en forma de objetivos a cumplir. Bien, hasta ahora, todo entendido y asumido. Sigo. Tiene el tal don, o doña, un hotel en la playa llamada de Levante, y otro, situado bastante más lejos de donde sea, en la playa llamada de Poniente, nombres originales donde los haya. Poco importa, que las dos atraen clientela.

Mira tú por dónde, las previsiones se trastocan.  Un día desdichado, se origina uno de esos vertidos de hilillos de plastilina en la playa de Levante, con tan mala pata que se producen, simultáneamente, unas cuantas bajas por jubilación en las cocinas del hotel de la otra playa, la de Poniente. La clientela, claro, cancela masivamente las reservas en el hotel de la playa de Levante y los tour operators, en concierto con la cadena de hoteles, desvían las reservas hacía el hotel de la playa de Poniente.

¿Qué hace nuestro don o nuestra doña? Después de exclamar: ¡porco governo!, como no podía ser menos, no se desalienta. ¿Faltan cocineros para cubrir las jubilaciones y reforzar las cocinas en el hotel de la playa de Poniente, y sobran en el de Levante? ¿Va a pedir a los botones, a las camareras de habitación y a los de mantenimiento que se reciclen y se pongan a preparar chipirones encebollados y las verduras a la parilla? No, hace lo sensato: negocia con los cocineros de la de Levante para trasladarlos y reforzar así las otras cocinas del otro hotel. ¡Bien por el don o la doña! ¡Bien por todos!

A todo esto, ¿les pedirá a los gerentes del hotel damnificado por nuestros “inofensivos” hilillos de plastilina que cumplan los objetivos inicialmente previstos? Supongo que si tiene sentido de empresa, no lo hará; sería absurdo.

Ahora, me van a permitir, antes de entrar en materia, contar otra historia que vivo de cerca. Posiblemente se dé en muchos otros lugares, pero yo hablaré de esta, que es la que conozco. Nos situamos en un departamento universitario, en una universidad con bastantes decenas de miles de alumnos. Antaño el departamento fue grande, pero las jubilaciones y fallecimientos no reemplazados lo han dejado bastante disminuido. Su especialidad es la física, algo falto de glamour y sin demasiado tirón en nuestra sociedad, pero aún así el departamento en cuestión debe atender a numerosas asignaturas de distintos grados y másteres que cursan las personas valientes que todavía se atreven a estudiar ciencias.

De pronto, un año se producen jubilaciones y bajas por enfermedad prolongada que reducen el departamento en casi un 30% de su miembros. Para subsanar este repentino déficit de profesorado en ciertas especialidades, el departamento sugiere que venga un profesor de otra universidad, menos necesitada, en comisión de servicios. No es una nueva plaza; es un apoyo temporal ¿Respuesta? No se puede, porque con la jubilación desaparecen las “plazas de funcionario” –por orden gubernativa, que decían en tiempos–;  y para poder incorporar a alguien en comisión de servicio, tiene que haber una plaza libre, inexistente por definición, puesto que la han suprimido. Total, como todo tiene que quedar dentro de la propia universidad, llegará el  día en que dará física una profesora de economía que pasaba por ahí, o psicología clínica el profesor de filosofía moral, aunque en la universidad de al lado haya físicos y psicólogos sin nada o poco que hacer. Da igual, con tal de que aparentemos seguir cumpliendo los objetivos triunfales marcados hace algunos años, como otrora en los planes quinquenales de la época soviética, aunque sea renqueando y a la pata coja.

Yo no sé cuál es el modelo que tienen un tal Rajoy y su cohorte de seguidores (si es que lo tienen) en lo que respecta a la buena administración de los bienes públicos. En todo caso, no me parece ser el de nuestro empresario o empresaria, a quienes, supuestamente, ensalzan como arquetipo de base para construir una buena y sana sociedad. Es más, a mí me parece que el tal Rajoy no tiene ni pajolera idea de nada, aparte de balbucear banalidades e invocar eslóganes de niño de primaria.

Lo que sí parece tener claro Rajoy es la necesidad de ser dos, de tener un alter ego, y por ahí pasa la solución a todo. Uno mira y ve que siempre hay otro u otra. Un día es su primo, otro la Sra. Merkel, el tercero es la foto con Obama o con el que sea que tenga caché; en el de más allá es el ministro de turno, o “querido Luis, aguanta”, o quienquiera que sea. La cuestión es que haya dos, como en la historia de Nasrudin, para que uno compense al otro. Pero su versión es algo así como bastante primitiva: si hay una pierna más corta (él, metafóricamente hablando) la otra es más larga (su alter ego). Así pues, se aplica afanosamente en dar rienda suelta a esa peculiar visión. Recorta por aquí y, ah, sorpresa, descubre que por allá, por donde no ha recortado, es más largo; así compensará. Lo malo es que como recorta al tuntún, y se cree que cualquier cosa vale para compensar, con tal de que quede más largo, ya no sabemos sobre que pié bailar –si es que nos queda alguno. ¿Qué no hay cocineros? Pues, nada, a la cocina los de recepción, y si hace falta, el propio director del hotel. Y si no hay ya de donde tirar, pues cerramos el hotel y punto. ¿Que los clientes se quejan? La culpa es del director del hotel. ¿Que el director se queja? Lo amordazamos y punto.

Y así: un portero de discoteca compensa un policía; un médico generalista compensa un cirujano del corazón; una profesora de historia compensa a otra de matemáticas. Un amigote inútil y enchufado hace de técnico, el contribuyente de banquero, los aeropuertos de zona peatonal o circuito racing, el acusado de acusador y el juez de acusado, el ministro bombero de ministro incendiario, y el incendiario de bombero…

Tal es y de esta manera dicta el principio de compensación de Rajoy: lo que quiera que sea vale igual para un roto que para un descosido, con tal de que sea más largo.

Nihil obstat

El gato

Nota: esta entrada se publicó unas horas antes de que el Gobierno anunciase que no se plegaba a las exigencias de Adelson, en particular en lo que respecta a la revocación de parte de la Ley Antitabaco. La versión anterior tenía una mención a Eurovegas, que he retirado a la vista de esta decisión. Soy beligerante con Rajoy, pero he de reconocer que aplaudo esta decisión y le felicito.

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